A propósito de «La lengua madre».

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En un escenario sobrio, con solo una mesa con silla, jarra y vaso de agua, es el lugar desde donde Juan Diego se dirige al público para dar una conferencia sobre la defensa de la gramática. Este es el punto de partida de “La lengua madre”, el magnífico texto de Juan José Millás y con dirección de Emilio Hernandez.
Camaleónico como pocos, Juan Diego se transforma en un tímido intelectual, apocado, nostálgico,  que poco a poco se va instalando en nuestros corazones y haciendo que a la vez que nosotros lo sentimos más cercano, mas sentimental, él se va haciendo más fuerte, tomando más seguridad. Haciendo que lo que al principio iba a ser una conferencia sobre la defensa de la gramática, se vaya transformando en un elogio a la palabra, un repaso por recuerdos con un gran derroche de fantasía e imaginación, y demostrándonos como esas palabras que escuchábamos en la infancia nos ha marcado para siempre y animándonos a que tengamos un gran amor por las palabras y por el mágico significado que encierran, así como por las interpretaciones que hacemos de ellas. Nos habla de todos los cambios que ha habido en todos los órdenes, sin embargo el único orden que permanece intacto es el orden alfabético. Un orden que no entiende de riquezas, de influencias, ni de importancia. Un orden democrático que va ordenando a cada uno según las letras de su nombre.
Pero todo no es alegría, el diccionario del ayer nada tiene que ver con el de hoy. El lenguaje se acaba haciendo más técnico, más sectorial y cada vez es más difícil entender los términos que afloran y los que evolucionan, que también los hay.

 Lo más importante es que es una obra que nos incita a reflexionar sobre a donde estamos llevando nuestra lengua, lo que estamos haciendo con ella, lo que se llama “La perversión del lenguaje”. Una lengua que pasó de estar regida por la lingüística a una lengua que está regida por los mercados y por el poder. Una lengua que pierde belleza y ternura para hacerse fría y técnica. Cuantas palabras maravillosas se han quedado en el olvido y cuantas palabras horribles han aparecido. Palabras que han servicio para que el poder político y económico nos vaya engañando con términos desconocidos. La política y la economía han cogido la palabra a su servicio y como desconocemos los términos que emplean, nos convertimos en ignorantes. Y no hay nada más fácil que engañar a un ignorante. Pero este cóctel maligno va mas allá si pensamos en que los mercados van haciéndose más fuertes al tomar la lengua a su servicio y los jóvenes (El futuro) cada vez olvidan más la lengua al utilizar esta sin ningún tipo de reglas, con contracciones, signos. Y es que cuanto daño ha hecho el mundo SMS.
Pero aun estamos a tiempo de darnos cuenta que no nos pueden engañar, que tal vez si no hubiésemos aceptados términos nuevos no habrían: externalizaciones, activos tóxicos, crecimientos negativos, cashflow, prima de riesgo, preferentes, descentralizaciones… Tal vez lo publico seguiría siendo público y lo privado, privado. No habría un transvase Público-Privado donde las pérdidas serian públicas y de los ciudadanos y los beneficios irían a manos privadas de unos pocos magnates ó dirigentes.

 Como veis, un gran texto puede llevar a una magnifica reflexión. Es lo que tiene esta lengua madre. Así que os recomiendo que no perdáis la ocasión de ver esta obra y disfrutar con la fantástica interpretación del gran Juan Diego. Vais a divertiros, pero también os va  a hacer pensar. ¿Acaso no es esta la función del Teatro?

«La lengua madre » se representa en el Teatro Bellas Artes de Madrid hasta el 3 de febrero de 2013.

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